Cuando el silencio se convierte en complicidad
Mientras el mundo gira, consume contenido superficial y se distrae con espectáculos mediáticos, en Oriente Medio se libra un infierno cotidiano del que pocos quieren hablar. Israel, bajo el mando del primer ministro Benjamin Netanyahu, ha llevado al extremo su política de exterminio y ocupación, dirigiendo una maquinaria bélica que ha dejado miles de muertos, incluyendo una alarmante mayoría de mujeres y niños.
La impunidad con la que actúa este Estado —apoyado, financiado y protegido por Estados Unidos— es tan evidente como repugnante. Este artículo no busca callar verdades. Busca ser una voz de denuncia contra un genocidio disfrazado de defensa, contra un presidente que sirve intereses externos, y contra una estructura internacional que ha normalizado la masacre como parte del statu quo.
Netanyahu: un peón imperial y ejecutor del sufrimiento
La alianza incondicional con Estados Unidos
Netanyahu no gobierna para el pueblo de Israel, sino para los intereses geopolíticos de su gran aliado: Estados Unidos. Cada misil lanzado, cada niño asesinado en Gaza, cada hogar demolido en Cisjordania, lleva la marca de armamento norteamericano, pagado con dólares que provienen de la industria militar más grande del planeta.
Israel se ha convertido en el ejecutor local de un plan imperialista mayor, donde Oriente Medio debe ser moldeado a los intereses del capital, la energía y el control geoestratégico. Las masacres en Palestina no son incidentes aislados; son políticas de Estado.
¿Defensa o genocidio premeditado?
Netanyahu justifica sus ataques como “defensa preventiva”, pero las cifras lo desmienten: más del 70% de las víctimas son civiles, y la mayoría mujeres y niños. Escuelas bombardeadas, hospitales arrasados, zonas residenciales completamente destruidas. ¿Cómo puede hablarse de defensa cuando se usan misiles para borrar barrios enteros del mapa?
La religión como arma: el mito de la “tierra santa” como excusa para matar
El sionismo más radical se ha apropiado de símbolos sagrados y argumentos religiosos para justificar acciones que contradicen todo principio humano y espiritual. Bajo la bandera de “la tierra prometida”, Israel ha expulsado, asesinado y sometido a millones de personas, en nombre de un dogma que solo ellos interpretan.
Usar la religión como escudo para el asesinato es uno de los actos más bajos de la historia contemporánea. No se trata de fe, se trata de control, poder y supremacía. Cada vez que Netanyahu habla de Dios, el resultado es más sangre derramada.
La destrucción de países vecinos: el objetivo expansionista
Israel no solo ataca a Palestina. Su historial de agresiones incluye intervenciones directas e indirectas contra Líbano, Siria e incluso Irán. Netanyahu ha hecho del conflicto una industria; entre más se expande, más dinero recibe, más control ejerce, más caos provoca.
Siria y Líbano: objetivos sistemáticos
Los bombardeos aéreos sobre Siria, la ocupación de los Altos del Golán, el espionaje constante sobre Líbano, y las provocaciones militares a lo largo de la frontera, son parte de una estrategia de desestabilización permanente. La paz en la región no es conveniente para Israel: el caos alimenta su narrativa de víctima.
El precio de hablar: periodistas silenciados y medios comprados
Denunciar a Israel tiene consecuencias. Muchos periodistas han sido perseguidos, detenidos o incluso asesinados por informar sobre la realidad en Gaza. Las grandes cadenas informativas callan o suavizan el discurso para no incomodar a los financiadores de siempre. Pero la verdad se abre paso, y tú, lector, eres parte fundamental de ese proceso.
La complicidad internacional: ¿Dónde está la ONU? ¿Dónde está la Corte Penal Internacional?
Las organizaciones que deberían garantizar el respeto por los derechos humanos parecen pintadas en la pared. La ONU emite comunicados “preocupados”, la Corte Penal Internacional promete investigaciones que jamás llegan, y los gobiernos de Europa miran hacia otro lado.
Israel se ríe de las resoluciones. ¿Por qué no tendría que hacerlo, si sabe que no hay castigo? ¿Qué otra nación ha violado más tratados sin recibir sanciones reales?
¿Dónde está la humanidad? Llamado a la conciencia global
Este no es solo un problema árabe o judío. Es un problema humano. No se puede permitir que un Estado siga exterminando a un pueblo entero ante la mirada indiferente del mundo. No se trata de religión, se trata de humanidad.
Hoy matan a niños en Gaza, mañana puede ser en cualquier otro lugar. La impunidad se contagia, la indiferencia también. Por eso, necesitamos romper el silencio, educar, visibilizar, exigir justicia.

¿Qué merecen quienes destruyen la vida?
Israel no puede seguir escudándose en su pasado para justificar su presente monstruoso. Un Estado que asesina civiles sistemáticamente, que destruye culturas, que utiliza la religión para exterminar, debe ser juzgado como lo que es: una estructura genocida.
No estamos hablando del pueblo judío —víctima histórica de crímenes atroces—, sino de un gobierno que ha adoptado el rol del verdugo, replicando los horrores que alguna vez sufrieron sus antepasados.
Un llamado urgente: justicia internacional y boicot activo
El mundo debe despertar. Debemos exigir sanciones reales, suspender tratados comerciales con Israel, y presionar a nuestros gobiernos para cortar la complicidad. El boicot cultural, académico, económico y político es una herramienta legítima para resistir al genocidio.
Netanyahu y sus aliados deben ser juzgados por crímenes contra la humanidad. Ya es hora de dejar de ser espectadores y convertirnos en actores del cambio.
¿Y tú qué harás?
¿Te quedarás callado? ¿Harás scroll hasta el próximo video de gatitos? ¿O levantarás tu voz por quienes no pueden hacerlo? Comparte este artículo, comenta, genera debate. Solo juntos podemos frenar el horror.
La historia no perdona
Los libros del futuro hablarán de estos tiempos. Y juzgarán a los culpables, pero también a los cómplices. Netanyahu pasará a la historia como un tirano, pero el mundo decidirá si fue también indiferente. Nosotros, desde #JinndoNoticias, no callaremos. Y tú tampoco deberías.
Levanta tu mano
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