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Los grandes medios en Colombia han servido históricamente a las élites políticas y económicas, distorsionando la percepción ciudadana. Este artículo expone cómo Gustavo Petro ha resistido con valentía los ataques mediáticos del uribismo en decadencia.
Introducción: Los medios como el cuarto poder en disputa
En cualquier democracia funcional, los medios de comunicación deberían cumplir una labor esencial: informar con imparcialidad, investigar con profundidad y defender la verdad con integridad. Sin embargo, en Colombia, esa noble misión ha sido pervertida por intereses económicos, pactos oscuros y una alianza con las élites que han gobernado por décadas. La prensa que debiera proteger al pueblo, ha sido muchas veces su verdugo silencioso.
La alianza histórica entre medios y élites en Colombia
Los conglomerados mediáticos en Colombia no operan como observadores independientes. Por el contrario, muchos de ellos responden directamente a los intereses de las familias más ricas del país y a las casas políticas tradicionales, especialmente al uribismo, que durante más de dos décadas moldeó el discurso nacional desde la sombra del poder mediático.
Periódicos de circulación nacional, noticieros de televisión, emisoras y portales web se han convertido en cajas de resonancia de quienes ven en el cambio un enemigo, y en la equidad, una amenaza. La línea editorial de muchos medios responde más a las órdenes de una junta directiva que al interés general del pueblo colombiano.
Cómo manipulan la percepción social
La manipulación no siempre se presenta en forma de noticias falsas —aunque estas también abundan—. La estrategia es más sofisticada: se trata de selección de fuentes, titulares tendenciosos, editoriales sin contradicción, silenciamiento de voces populares y espectáculos mediáticos para desviar la atención.
Por ejemplo, mientras se ocultan o minimizan logros sociales del actual gobierno, se magnifican errores menores o incluso se construyen escándalos artificiales. Se presenta al presidente Gustavo Petro como un radical incapaz, mientras se blanquean los abusos de poder cometidos por gobiernos anteriores. La narrativa hegemónica es clara: Petro es el enemigo, el uribismo el “orden”.
Petro frente al linchamiento mediático
Desde su llegada a la Presidencia, Gustavo Petro ha sido víctima de un cerco mediático sin precedentes. Cada palabra suya, cada gesto, cada tuit, es diseccionado con malicia y difundido en clave negativa.
Pero Petro no ha retrocedido. Con inteligencia estratégica, valentía política y, sobre todo, un amor profundo por la justicia social, ha sabido responder con hechos, con propuestas, y con la voz directa al pueblo a través de las redes sociales. La ciudadanía ha visto, sin filtros, a un presidente humano, rebelde, pero firme en sus convicciones.
Y aunque lo han querido aislar, ridiculizar y hasta criminalizar, la verdad empieza a imponerse: el pueblo ha elegido el cambio y lo defiende con dignidad.
El funeral político del uribismo
La maquinaria del uribismo, esa que gobernó con mano dura, corrupción y miedo, está hoy en agonía. Su último recurso ha sido el control de los medios y el desprestigio sistemático del nuevo gobierno. Pero ni eso les ha bastado.
Cada día son más los colombianos que identifican el engaño, que no se dejan manipular, que ven la realidad con sus propios ojos. Las redes sociales, los medios alternativos, los movimientos sociales y la conciencia política están dando paso a una nueva narrativa: la de la justicia, la paz y la equidad.
El uribismo está de luto, porque Colombia ha despertado.
El poder del pueblo frente al poder mediático
La ciudadanía colombiana ha empezado a construir sus propias herramientas de información. Colectivos digitales, periodistas independientes, emisoras comunitarias y redes sociales se han convertido en espacios donde se cuentan las historias que los grandes medios callan.
Hoy más que nunca es vital que el pueblo se convierta en auditor del discurso, que cuestione las fuentes, que investigue, que no trague entero. El futuro de la democracia no está solo en las urnas, sino también en el relato que compartimos.
¿Qué papel deben cumplir los medios en una sociedad justa?
Los medios deberían ser garantes del equilibrio, no armas del poder. En una sociedad que aspira a la equidad y a la paz, la prensa debe actuar con ética, sin servilismo y con independencia.
Colombia necesita periodistas que hablen por los sin voz, que denuncien a los poderosos sin miedo, que se atrevan a investigar incluso a sus propios dueños. No más medios arrodillados. No más titulares manipulados. El pueblo merece la verdad.
Conclusión: la verdad como herramienta de liberación
La lucha no es solo contra la pobreza, la violencia o la corrupción. También es contra la mentira disfrazada de noticia. El periodismo debe volver a ser trinchera de justicia, no un accesorio del poder.
Gustavo Petro representa, pese a los ataques, esa resistencia. Su mandato no es perfecto —ninguno lo es—, pero es el primero en mucho tiempo que ha desafiado abiertamente el dominio de las élites, y eso, inevitablemente, ha generado una guerra mediática sin tregua.
Pero la historia es tozuda. Y cuando los pueblos despiertan, no hay titular que los haga dormir de nuevo. El cambio ha comenzado, y no hay poder mediático capaz de detenerlo.
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