Politica

Los jueces que legislan desde la toga – El poder judicial contra la voluntad popular

Fecha de publicación - junio 7, 2025

Escrito por Jinndo Radio

Colombia atraviesa una de las crisis institucionales más profundas de las últimas décadas. Una guerra silenciosa se libra en los pasillos del poder. No es un enfrentamiento armado ni un debate parlamentario: es la tensión abierta entre el poder judicial, tradicionalmente conservador y elitista, y el gobierno progresista liderado por el presidente Gustavo Petro, elegido democráticamente por millones de colombianos que claman por un cambio estructural.

¿Hasta qué punto pueden los jueces y las altas cortes convertirse en legisladores ocultos, frustrando reformas votadas por el pueblo? ¿Quién controla a quienes se esconden tras una toga para derogar las decisiones populares?


El origen del conflicto: la justicia como arma política

Desde que Gustavo Petro asumió la presidencia en 2022, ha intentado llevar a cabo profundas transformaciones en lo económico, social y judicial. Sin embargo, buena parte de estas iniciativas se han estrellado contra un muro impenetrable: la Corte Constitucional, el Consejo de Estado y la Corte Suprema de Justicia. No por errores técnicos, sino por decisiones que parecen tener más motivaciones políticas que jurídicas.

Casos como la anulación de reformas aprobadas en el Congreso, los bloqueos a decretos presidenciales de emergencia, y la judicialización de funcionarios del Gobierno, han revelado un patrón preocupante: el poder judicial se está convirtiendo en un actor político que legisla desde la sombra.


¿Quién eligió a los jueces? Nadie. Pero sí deciden por todos

A diferencia del presidente, que fue electo en las urnas por más de 11 millones de colombianos, ningún juez de las altas cortes fue elegido democráticamente. Sin embargo, sus fallos tienen el poder de tumbar leyes, reinterpretar la Constitución y paralizar reformas estructurales.

Esto plantea una pregunta de fondo:
¿Tiene sentido que un grupo de magistrados, en muchos casos vinculados a intereses económicos o políticos tradicionales, pueda sabotear la voluntad popular?

El pueblo votó por cambio, pero los jueces insisten en mantener el status quo.


Casos emblemáticos de sabotaje judicial

1. Reforma laboral hundida por tecnicismos judiciales

A pesar de que el Congreso había avanzado en la discusión de la reforma laboral impulsada por el gobierno Petro, la Corte Constitucional intervino alegando errores de trámite. Lo que no dijeron es que el contenido de la reforma —más derechos laborales, reducción de la jornada y garantías para los trabajadores informales— incomodaba a los gremios empresariales.

El mensaje fue claro: no importa lo que vote el Congreso o lo que exija la calle; la Corte puede borrar todo con un plumazo.

2. La intervención en el poder ejecutivo: una intromisión sin precedentes

En 2023, el Consejo de Estado tumbó un decreto presidencial que declaraba emergencia social para enfrentar el hambre. La excusa fue formal, pero el trasfondo fue político. Petro fue despojado de su facultad constitucional de actuar con urgencia para salvar vidas.
¿A quién sirven esos jueces? ¿Al pueblo que pasa hambre o a los intereses que viven cómodamente?


Un poder judicial sin control ni contrapeso

En democracia, todos los poderes deberían tener límites. El Ejecutivo tiene el control ciudadano; el Legislativo, el voto popular. Pero el poder judicial no rinde cuentas a nadie.
Los magistrados gozan de intocabilidad, privilegios y cargos vitalicios, y su sistema de elección a dedo garantiza la perpetuación de una élite togada.

¿Dónde queda la voluntad popular? ¿Quién defiende el voto del pueblo si los jueces se transforman en censores del cambio?


Petro, la voz del pueblo silenciada por los tribunales

Gustavo Petro no representa un capricho personal, sino una corriente histórica que busca reparar siglos de desigualdad. Sus propuestas, discutibles como toda política pública, reflejan el mandato popular expresado en las urnas.

Cuando los jueces actúan como oposición, lo hacen sin legitimidad democrática. No están allí para opinar sobre la conveniencia política de una ley, sino para garantizar el respeto a los procedimientos. Pero cuando esa línea se cruza, se rompe el equilibrio republicano y se impone la dictadura togada.


El riesgo: un golpe de Estado silencioso

Lo que está ocurriendo en Colombia no es menor. No hay tanques en las calles ni militares en el poder, pero sí existe una usurpación lenta y peligrosa de la democracia por parte del poder judicial.
Se trata de un golpe de Estado disfrazado de legalidad. No lo dan generales con armas, sino jueces con códigos y sentencias.


¿Qué hacer? Una reforma judicial urgente y profunda

El país necesita una reforma judicial estructural, que democratice la elección de jueces, limite sus poderes omnímodos y garantice que las decisiones judiciales no reemplacen la voluntad popular.

No se trata de eliminar la independencia judicial, sino de poner fin a la impunidad institucional con la que hoy actúan las altas cortes. La justicia no puede seguir siendo una herramienta de la élite para bloquear el cambio.


El pueblo debe despertar: no más silencios cómplices

Los colombianos deben entender que la toga también mata. Mata sueños, reformas, esperanzas.
No se puede seguir viendo a la Corte Constitucional como un oráculo intocable, cuando en realidad muchas de sus decisiones perjudican a las mayorías.

La justicia, si no sirve al pueblo, es injusticia.


la democracia está siendo secuestrada

El poder judicial debe respetar su rol: garantizar derechos, no obstaculizar reformas. Pero en Colombia, la historia es otra.
Mientras Gustavo Petro intenta cumplir el mandato popular, los jueces actúan como inquisidores modernos que, desde sus escritorios, condenan al pueblo al atraso y la desigualdad.

El futuro de Colombia no puede quedar en manos de unos pocos togados que juegan a ser legisladores.
Es hora de que la ciudadanía exija una justicia al servicio del pueblo y no del poder.


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