Opinion

Petro Estalla: El Regaño a Iván Cepeda y la Pasividad del Pacto Histórico Que Puede Costar el Cambio en Colombia

Fecha de publicación - junio 5, 2025

Escrito por Jinndo Radio

Por: Jinndo Noticias

La calma en el Pacto Histórico fue rota por una tormenta inesperada, pero necesaria: el presidente Gustavo Petro, visiblemente molesto, lanzó una dura crítica pública al senador Iván Cepeda y a los sectores pasivos de su coalición, exigiendo coherencia, acción y compromiso real con el cambio prometido al pueblo colombiano. Lo que para muchos fue solo un “regaño”, para otros fue el rugido de un líder acorralado por la mediocridad política y la falta de valor en momentos clave.

Este episodio, ignorado por ciertos medios tradicionales, representa mucho más que una simple diferencia entre figuras del progresismo. Es una alerta roja. Un grito desesperado del primer presidente de izquierda del país, cansado de una bancada que ha preferido los cálculos tibios al enfrentamiento necesario por la transformación de Colombia.

La consulta popular: ¿Por qué se callaron?

Todo inició con la caída de la consulta popular sobre la reforma laboral, impulsada por Petro como una vía directa para devolverle al pueblo la posibilidad de decidir sobre su dignidad en el trabajo. La iniciativa pretendía hacer frente a un Congreso plagado de intereses empresariales, latifundistas y cínicos reciclados del uribismo que han saboteado, artículo por artículo, cada intento de modernización social y justicia para la clase trabajadora.

Sin embargo, la sorpresa mayor no fue que la derecha se opusiera. Eso se esperaba. Lo inesperado —lo imperdonable— fue el silencio cómplice del propio Pacto Histórico. Mientras los enemigos del cambio llenaban medios y redes con desinformación, la bancada oficialista, en su mayoría, optó por callar, observar o simplemente deslindarse.

El presidente no pudo más.

El regaño a Iván Cepeda: una llamada al alma de la izquierda

“¿Dónde están los defensores del cambio? ¿Dónde están los que decían representar al pueblo? No los veo levantando la voz. No los veo recogiendo firmas. No los veo enfrentando la mentira que nos hunde. Incluso algunos que se llaman mis aliados, como Iván Cepeda, prefieren la comodidad del cálculo a la valentía de la acción”, dijo Petro, en tono airado durante una intervención pública transmitida desde el Palacio de Nariño.

El golpe fue directo. Iván Cepeda, conocido por su firme postura frente al paramilitarismo y su trabajo por la paz, no esperaba ser blanco de semejante crítica. Pero Petro no lo hacía desde el rencor, sino desde la desesperación. Porque si alguien que ha luchado históricamente por la justicia se paraliza frente a una causa como la reforma laboral, ¿qué le espera al resto del movimiento?

El presidente continuó:
“Esto no es una pelea de egos. Es una batalla por el alma de Colombia. ¿Acaso no ven lo que está en juego? Si ustedes no defienden la consulta, si ustedes no movilizan al pueblo, ¿quién lo hará? ¿Yo solo?”

La vieja política disfrazada en nuevas caras

La molestia de Petro no es infundada. Mientras sectores del Pacto Histórico se comportan como tecnócratas en modo electoral permanente, la ciudadanía observa con creciente escepticismo. ¿De qué sirve una coalición mayoritaria si no actúa? ¿Qué sentido tiene una izquierda sin calle, sin indignación, sin resistencia?

El Congreso se ha convertido en una maquinaria que tritura reformas, sin importar el costo social. Petro ha intentado por todos los medios impulsar transformaciones reales: en salud, en trabajo, en pensiones, en educación. Pero las alianzas se diluyen, los votos se venden y la voluntad política se esconde detrás de excusas y burocracia.

“No fui elegido para administrar lo mismo. Fui elegido para cambiarlo todo”, ha repetido el presidente en múltiples ocasiones. Pero cada vez que sus aliados callan, se acercan más a la vieja política que juraron combatir.

 

El miedo a la movilización: ¿Por qué tanto temor a consultar al pueblo?

La consulta popular ha sido presentada como una herramienta legítima y democrática. No es populismo. Es participación. Es el pueblo colombiano decidiendo sobre su destino. ¿Por qué entonces el miedo? ¿Por qué Cepeda y otros sectores del progresismo evitan respaldarla con fuerza?

Muchos analistas han señalado que dentro del Pacto Histórico hay sectores que temen perder capital político en una consulta que podría polarizar aún más al país. Otros simplemente no creen que valga la pena desgastarse por una iniciativa que consideran “poco viable”.

Pero ese cálculo es, precisamente, el cáncer de la política tradicional: gobernar con base en encuestas y no en principios.

Petro no está gobernando para agradar. Está gobernando para transformar. Y en ese camino, necesita soldados, no burócratas con pánico escénico.

El silencio mediático: ¿Quién defiende al presidente?

Mientras la derecha grita en todos los micrófonos, el oficialismo guarda silencio. Las grandes cadenas de televisión, los diarios tradicionales y los opinadores de siempre no escatimaron en cubrir el “regaño” de Petro como un acto de división o autoritarismo. Pero pocos, muy pocos, se atrevieron a preguntarse por qué el presidente tuvo que alzar la voz.

Porque la soledad del poder progresista en Colombia es asfixiante. Petro ha resistido el acoso judicial, la manipulación mediática y la traición legislativa. Pero lo que no puede resistir es la pasividad de quienes se supone están de su lado.

En este contexto, su regaño no fue un capricho. Fue una sacudida. Un llamado urgente a despertar antes de que el sueño de la Colombia Humana se convierta en otro proyecto sepultado por la indiferencia.

La izquierda debe volver a la calle

Petro lo ha dicho: “El cambio no lo hace un hombre. Lo hace el pueblo.” Y ese pueblo, traicionado por décadas, necesita señales claras. Necesita ver a sus líderes con los pies en la calle, con los megáfonos en la mano, con la rabia transformada en propuestas.

La consulta popular no es un capricho de Petro. Es un símbolo. Una herramienta que puede recuperar la voz ciudadana. Y si el Pacto Histórico no la defiende, está condenado a repetir la historia de otras izquierdas domesticadas por el poder.

Con Petro o contra el cambio

El regaño a Iván Cepeda no fue una ruptura. Fue una advertencia. Quien no está dispuesto a arriesgar su capital político por el cambio, no merece el privilegio de representar al pueblo.

Petro necesita aliados, no testigos. Necesita agitadores de conciencia, no burócratas de escritorio. El país está en juego. Y si el Pacto Histórico no despierta, será responsable de que el viejo régimen regrese con más fuerza que nunca.

Porque en Colombia, el cambio no se mendiga: se conquista. Y eso requiere fuego, coherencia y, sobre todo, valentía.


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