Montevideo, Uruguay – Con profundo dolor, el continente latinoamericano despide hoy a una de sus figuras más emblemáticas: José “Pepe” Mujica, expresidente de Uruguay, quien falleció a los 89 años, dejando un legado imborrable de humildad, coherencia y lucha por la justicia social.
La noticia fue confirmada esta madrugada por fuentes oficiales del gobierno uruguayo. Mujica, quien desde hace años enfrentaba complicaciones de salud debido a un cáncer esofágico, falleció en su hogar acompañado de su esposa, la exsenadora Lucía Topolansky, y de sus más cercanos colaboradores.
Una vida dedicada al pueblo
José Mujica no fue un político común. Exguerrillero tupamaro, preso durante 13 años bajo condiciones inhumanas, senador, ministro y presidente (2010–2015), vivió y murió con la misma convicción que defendió durante toda su existencia: servir al pueblo desde la austeridad.
Durante su presidencia, Mujica renunció al 90% de su salario y vivió en su pequeña chacra en las afueras de Montevideo, cultivando flores y acompañado por su perro de tres patas, “Manuela”. No necesitaba palacios ni lujos: su grandeza estaba en su ejemplo.
Su forma de ver la política —como una herramienta para mejorar la vida de los más humildes— lo convirtió en un símbolo mundial de honestidad y coherencia. En una época donde la corrupción y el ego desbordan los titulares, Mujica fue la voz que nos recordó que el poder no es para servirse, sino para servir.
Un referente global
El mundo lo admiró por su sinceridad brutal. En la ONU habló de consumismo y crisis ecológica. En foros internacionales defendió la soberanía, la paz y el derecho de los pueblos a vivir dignamente. Su discurso más recordado ante la Asamblea General en 2013 aún circula por redes sociales como una advertencia que sigue vigente.
Pepe Mujica fue un faro moral, un referente para jóvenes y adultos, un político atípico en un mundo cínico. Su partida no solo deja un vacío en Uruguay, sino en toda América Latina, una región que tanto necesita líderes con su ética y sensibilidad.
El hombre que caminó con el alma limpia
A diferencia de tantos políticos, Mujica se fue sin riquezas materiales, pero con el tesoro más preciado: el respeto de su pueblo y del mundo. Su vida fue una lucha constante por la libertad, la equidad y la dignidad humana. Amó la tierra, los libros, los silencios. Cultivó orquídeas, ideas y esperanza.
“No soy pobre, tengo pocas cosas. La pobreza es desear infinitamente más”, solía decir. En esas palabras se encierra su legado, su filosofía de vida y su mensaje a las futuras generaciones.
Reacciones y luto nacional
El gobierno uruguayo decretó duelo nacional por tres días. Miles de ciudadanos ya comienzan a congregarse en la Plaza Independencia, frente a la sede del gobierno, para rendirle homenaje. Diversos líderes del mundo expresaron su pesar. Desde Luiz Inácio Lula da Silva hasta Gustavo Petro, pasando por intelectuales, artistas y figuras internacionales, todos coinciden en una palabra: gracias.
Un último adiós
Los restos de José Mujica serán velados en el Palacio Legislativo de Montevideo, como corresponde a un estadista de su talla. Se espera que miles de uruguayos y ciudadanos de toda América Latina se acerquen a despedirlo como lo que fue: un símbolo de dignidad, resistencia y amor al pueblo.
Hoy lloramos su partida, pero también celebramos su vida. Porque Mujica no se va del todo. Queda en cada joven que sueña con un mundo más justo, en cada campesino que siembra con esperanza, en cada ciudadano que resiste con ética.
Hasta siempre, Pepe. El sur te llora, el mundo te admira.